Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
Con las imágenes del golpe de Estado en Chile (1973), la edad y borrosas ideas
revolucionarias, empiezo a participar en el Partido Comunista con la campaña de
Valentin Campa (1976), quien se
presentó sin registro por la presidencia de la Republica; era curioso llamar a votar en el espacio
en blanco, hacer proselitismo sabiendo que los sufragios no se contarían; fue
un acto máximo de idealismo y la definición política por derechos democráticos.
De ahí se derivaría la reforma política de 1977 que dio registro al PCM, cuya
alianza de izquierda pudo participar legalmente en la elección federal de 1979;
en esa elección fui representante de casilla por primera ocasión.
Ya como PSUM tuve la oportunidad y el privilegio de
ser regidor en el Ayuntamiento de Xalapa en 1982, a los 23 años de edad. Seguí
la ruta de la fusión de la izquierda al PMS, partido que cedió su registro al
PRD, la organización política surgida del movimiento del 88 encabezado por
Cardenas. He apoyado a los candidatos presidenciales de la izquierda desde
Campa, Arnoldo Martínez, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, tres ocasiones,
y López Obrador, dos ocasiones. En el año 97 el PRD vivió una crisis de la que
nunca se repuso del todo, cuando fue vetada por Cardenas y AMLO la candidatura
de Morales Lechuga, al gobierno de Veracruz; en ese momento la lealtad
partidista se puso a prueba, imponiéndose en mi caso la prioridad a la sigla y
al proyecto.
Sigo en el PRD, actualmente como candidato a diputado
local y como parte de una alianza electoral que se propone alcanzar la
alternancia y derribar la dictadura tricolor. Recientemente estuve distanciado
por coyuntura local y por no coincidir con la línea política que lo llevó al
Pacto por México y algunas reformas de las llamadas estructurales. Considero al
PRD como un espacio político, como un medio para hacer política y una opción
abierta si se mantiene en la independencia y la vocación de poder.
A estas alturas observo a partidos con débil o nula
ideología y políticamente corridos al centro; me resulta curioso que todavía se
pretenda fundar organismos sectarios y de pensamiento único. Creo que el debate,
la reflexión y la autocrítica son el camino para sacudir la política, abrirla y
hacerla útil socialmente. Aunque me defino de izquierda pienso que permanentemente
todo está a revisión, que no hay ideas eternas y que la ubicación digamos
ideológica de a cada quien depende de las circunstancias y el momento.
Las grandes causas son la igualdad y la democracia,
resultaran de un largo proceso, pero hay muchas luchas que dar por asuntos
concretos y personas concretas. La acción política, abriéndose paso en la
simulación y el fanatismo, puede ser eficaz para la gente, puede ser
liberadora. Mantengo por absoluta convicción, sin pose y mayor esfuerzo, una
vida austera y orientada al pensamiento. La lectura, la información y el
ejercicio de derechos son mis actividades centrales.
No hay monopolio de la izquierda, ni centro impartidor
de certificados de pureza ideológico; el mundo real no es de buenos y malos.
Todos los partidos con registro son parte del sistema, aceptan sus reglas y
reciben recursos públicos; jugar al revolucionario luce para incautos o
feligreses pero no explica nada ni sirve para algo que no sea el aplauso fácil.
Voy a seguir luchando por un mundo mejor, de la mejor manera, con resultados
para hoy, sin falsos heroísmos y apostándole a una estrategia que concrete
algunos cambios hoy. No quiero envejecer en la mediocridad que nos envuelve, en
el abuso de poder y la apatía ciudadana. No me consuela esperar 10 o 20 años
para decir que tenía razón. Si no lo logramos al menos seremos ejemplo y
moriremos en el intento.
Recadito: Sin la candidatura que había vendido el
Trastupijes se devaluó a grillo despensero.