Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
La historia nos enseña que las
confrontaciones políticas tienen una lógica de guerra, con bandos perfectamente
delineados y enfrentados, donde se reúnen unos para chocar contra otros. Esa
situación la hemos visto y la podemos ver actualmente, sobre todo en los
preparativos de las campañas electorales. En esa lógica es bastante difícil que
surjan posturas intermedias y de equilibrio. La inercia, como bola de nieve,
acumula fuerzas para la polarización, inicia por algún motivo y deriva en
causas mayores aunque sean meramente simbólicas. La confrontación
electoral, como hemos visto incluso en momentos de grandes crisis, es pasajera;
posteriormente a esas coyunturas de crispación siempre ha venido una etapa de
reacomodo y relativa estabilidad.
Para los no alineados resulta difícil
e incómodo fijar una postura propia, de sensatez y propositiva; es más fácil
sumarse a algún bloque y renunciar a tener criterio propio. Estar en medio
siempre tendrá muchos obstáculos y poco o nulo reconocimiento. Vale la pena
intentarlo, bregar contra la corriente y abrir una ruta libre, intermedia y de
esperanza. No significa que los bloques estén mal o no tengan sentido, en
realidad son fenómenos normales que se darán en algún grado independientemente
de nuestra voluntad; lo importante es que no aplasten la pluralidad, que dejen
espacio suficiente para expresiones diferentes y generen evolución política con
sentido democrático.
Con el proceso electoral en curso, con los
preparativos para las candidaturas y el debate correspondiente se van formando
los agrupamientos partidistas dejando claro que vamos hacia una competencia de
tres. En torno a esas opciones se generan posturas, notas, comentarios y
planteamientos que llenan el imaginario social y proyectan tendencias de
opinión y discursivas. Obviamente cada apuesta partidista tiene su estrategia y
lanza redes en pos de adeptos, que pueden estar convencidos, simplemente
agregarse o conformarse con ideas básicas. En la búsqueda de adhesiones habrá
la puesta en juego de sentimientos y proclamas cumbres, que serán tomados en
cuenta o no por los potenciales votantes.
A las fuerzas dominantes hay que
agregar la posibilidad de que participen algunos independientes en niveles
locales y en la Presidencial. De ocurrir esa novedad electoral habrá apertura a
lo inédito que puede resultar nuevo y mejor cualitativamente; con seguridad se
puede esperar un tono más ciudadano, la incorporación en la base de nuevos
políticos y el desarrollo de un fenómeno renovador; entre quienes andan
reuniendo firmas para lograr la candidatura presidencial hay políticos
reciclados y un par de proyectos originales: Ferriz y Marichuy. En la propuesta
independiente y en las organizaciones civiles y académicas radica la mayor
posibilidad de abrir espacios intermedios entre la polarización.
Lejos de visiones apocalípticas, esas
que plantean punto final, hay que insistir en lo que pareciera obvio pero que
se pone en duda a partir de discursos fatalistas: hay vida nacional después de
las elecciones; hay que convencer y sumar mayorías para constituir
Gobierno y aplicar los programas; una vez qué hay un resultado debe acatarse
como regla democrática. En la ruta de la libertad hacen falta ideas, criterio
propio, autocrítica, valor y compromiso. Deben respetarse las posturas no
alineadas, alentarse y aprovecharse para nuestro desarrollo democrático.
Recadito: subir el nivel a la crítica
lacrimógena es condición para la madurez social e institucional.