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Uriel
Flores Aguayo
@UrielFA
La
tradición de la oficialista clase política veracruzana es de antidemocrática y
simulación, siempre mayoriteando en la comodidad del control de los tres
poderes, la prensa, los órganos autónomos, los ayuntamientos y hasta a la
oposición; nunca supo de otras fuentes y otras prácticas, seguramente les era
impensable dejar el poder, creyéndose eternos. Las recientes elecciones los
pusieron en su lugar, llegando a tocar fondo prácticamente. Con la alternancia
termina una larga época, más bien una etapa que parecía
eterna, de formas, estilos, prácticas y métodos de hacer política, de entender
y asumir los asuntos públicos, el servicio, las responsabilidades y todo lo que
tuviera que ver con la vida pública de Veracruz. El golpe ha sido contundente,
tan fuerte y noqueador que todavía no reaccionan, permitiendo con su silencio y
omisión que los gobernantes salientes les hereden una deuda política impagable
o muy difícil de pagar en los próximos ocho años al menos. Carreras de largo aliento y
otras nuevas estarán en riesgo de perderse, de tener que buscar un reciclaje
desesperado pero en condiciones adversas.
Cada
sexenio terminaba con desgaste en los principales funcionarios, era muy
acostumbrado que se les hicieran acusaciones de corrupción, digamos que había
un natural ajuste de cuentas, deslindes del equipo entrante donde, muchas
veces, se quedaban casi los mismos. Tal vez la ruptura mayor vino con el
encarcelamiento del exgobernador Dante Delgado y dos funcionarios de alto
nivel, más por indicación y ajuste federal. Lo que ocurre ahora es muy
distinto, son seis años de mal gobierno que se junta con otros seis para sumar doce
de desatinos, errores, abusos, soberbia, centralismo feroz, escándalos, falta
de oficio y desgobierno o casi gobierno fallido.
Al
perder las elecciones mostraron su nivel real, muy antidemocrático, mediocre y
de niveles "chicharroneros"; es impresionante la forma vengativa, sin
decoro y destructora con que han reaccionado. Así eran entonces, mostraron su cara verdadera,
ya dejaron de simular, nada que ver con sus discursos, son políticos de
pacotilla, diputados y funcionarios de muy bajo nivel, indignos de ocupar
cargos públicos.
Hay
de todo en los actuales altos funcionarios, entre los secretarios de despacho,
desde los operadores de siempre, pasando por los amigos del gobernador y los
servidores públicos de carrera. Es difícil encontrar diferencias entre ellos en
cuanto a capacidad y honestidad pero si debe hacerse un esfuerzo para no
arrojarlos al mismo saco de la corrupción. De la condena popular tal
vez ninguno se salve, la gente es dada a generalizar, sin embargo no seriamos
justos si a todos los metiéramos en el mismo empaque. Desde luego que un
deslinde a tiempo siempre será mejor cuando el consenso es tan severo y tan
generalizado. Son muy pocos, a mi juicio, quienes merecerían una calificación más
consecuente, no muchos, por ahí creo que la Secretaria de Educación no incurrió
en actos delictivos, veo que la Contraloría esta en manos profesionales, que el Secretario de
Salud cuenta con el perfil adecuado y hay algunos más que son servidores
públicos auténticos, mas allá de grupos y, tal vez, de siglas, aunque solo han
navegado con un color y, en muchos casos, no tuvieron control de los recursos
económicos.
Dentro
de los de carrera hay quienes se mimetizaron con el ejecutivo, que compartieron
y aumentaron actos represivos; no se entiende el papel del Secretario de
Gobierno, manchando su expediente y
cancelando para siempre su buena hoja de
servicios. Dentro de los de carrera hay muy pocos que tuvieron a bien no mancharse
las manos de sangre o de dinero. Un dato fundamental para ubicar a los altos
funcionarios en este desenlace es el de su permanencia en Xalapa y en Veracruz,
los que se quedan son mas discretos y cuidadosos; los que se van son los
aventureros, los que vinieron en plan de conquista, a saquear a nuestro Estado.
El desastre en que terminan estos doce años entierra carreras y futuros
políticos, va a ser muy difícil que se levanten, en algunos casos ya es imposible,
dependiendo casi totalmente de elecciones federales con buenas tendencias
tricolores.
De
la clase política oficial hasta ahora se verán espectáculos circenses,
suicidios asistidos y precarias reconversiones; algunos brincaran de color,
como ya ocurrió en las alternancias de Fox y Calderon, a nivel federal, otros
desaparecerán y, los menos, intentaran una renovación para ser una oposición
democrática. Tienen muy poco tiempo para intentar rescatar algo y no terminar
de hundirse en las elecciones municipales que tendrán lugar en diez meses y
medio. Para que sobrevivan primero tienen que asumir su situación, manifestar
voluntad de cambio y emprender una ruta
renovadora; todo eso estaría por verse. Siempre tuvieron el sartén por el
mango, mandaron y pusieron las condiciones del juego político; ahora no; no han
vivido en democracia, no la conocen, les costará, por tanto, encontrar su lugar
y ser competitivos. Tendrán
que aprender rápido y bien.
En
las cuentas de este sexenio se debería
ser muy responsables, cuidando las formas democráticas, haciendo los
deslindes de rigor pero sin cometer injusticias; no partidizar las revisiones
administrativas y penales; no hacer lo mismo que practicaban los que se van. El
que la hizo, que la pague; será importante dejar una lección de pulcritud, de
ejemplos a la hora de hacer justicia. Que nadie se escape pero que no haya víctimas
artificiales.
Recadito:
Solo con voluntad y compromiso real el PRD veracruzano tendrá futuro.