Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
Es de una
gigantesca obviedad qué hay una crisis institucional en nuestro país, en el
sentido más amplio; las elecciones no están garantizando representación
legítima ni formación de gobiernos competentes; las cúpulas políticas y las
instancias de desiciones andan por su lado, en el auto consumo, mientras la
mayoría de la población enfrenta una problemática cada vez más compleja. Es
urgente un auténtico diálogo nacional, nada parecido al llamado "Pacto por
México", sin maquillaje y vulgar cálculo de poder, que acerque posturas e
intereses para conjuntar esfuerzos y enfrentar con mayor capacidad el cada
vez más acelerado proceso de demolición de las institucionales.
Es alarmante,
sumamente peligroso, que los grupos del narcotráfico
impongan su ley en amplias zonas del territorio nacional y que rijan
actividades sociales y de la autoridad. A pesar del tiempo que lleva la
utilización de las fuerzas armadas muy poco se ha avanzado en la preparación de
las policías y en el comportamiento gubernamental en lo general. La ciudadanía
sigue siendo amenazada por fuerzas oscuras y delincuenciales, sometida a
régimen de miedo y terror. No se ve convicción ni claridad, más bien todo lo
contrario, en los distintos niveles de gobierno para hacer frente a la ola
creciente de violencia que amenaza nuestra convivencia básica y ejercicio de
libertades. Hay excepciones, como en Veracruz, donde hay presencia cada vez más
notable del Gobierno Estatal, asumiendo el papel de autoridad y garante de la
ley que, por complicidad y corrupción, las administraciones recientes
abandonaron para desgracia de la población que se vio azotada por violencia y
temor.
Algo anda muy mal
cuando hay tanto presupuesto público, tanto empleado gubernamental, tantos
policías y soldados, tanto partido político, tanto diputado, tanto edil,
etcétera, y no se refleja en niveles aceptables de seguridad ciudadana. Se
puede concluir que no funciona bien el aparato público ni se aplican
correctamente las leyes. Hay gobiernos disfuncionales y sociedad
huérfana, con imperio de grupos informales que aplican sus propias leyes. Se
vuelve inútil o prescindible todo el entramado público cuando no importan las
leyes formales ante la fuerza de la delincuencia, cuando no es relevante
sufragar ni por quien hacerlo, cuando los funcionarios se sirven de los
cargos y los diputados se representan así mismos, entre otros fenómenos de
ruptura entre el poder y la sociedad.
Urge visión de
Estado, incluso apelarla para Peña Nieto, quien ocupará la presidencia todavía
por casi dos años; hay que presionar para los acuerdos nacionales, de contenido
trascendente, de cara al país, poniendo algo cada quien, sin
ventajas grupales. Es posible que no pase de ser una buena intención, que sea
mal vista por los pragmáticos y por los sectarios, pero no hay tiempo para
perderlo en especulaciones y evasivas, tampoco para apostar toda la energía a
un solo acto como puede ser la elección presidencial del 2018. Es un paso
sincero al realismo y al compromiso amplio y generoso para enfrentar una
situación inédita, grave y peligrosa. Estamos ante la tormenta perfecta: instituciones
débiles e ilegítimas, crisis económica, hartazgo social y un Trump pendenciero
y fascista. Los efectos pueden ser devastadores para Mexico todo, en forma de
convulsiones sociales. Deberíamos preocuparnos de eso y deponer las pequeñas
mezquindades de poder.
No tiene sentido
exponer nuestra tranquilidad por afanes mediocres de politiquillos huecos o
voceros de ilusiones paradójicas, no es sano seguir con un juego democrático de
fachada e inútil; los primeros en comprenderlo deberían ser los políticos, pero
no lo van a hacer por si solos, lo asumirán hasta que sientan la presión social
y la exigencia ciudadana concreta. La población también debe instalarse en un
aprendizaje democrático con carácter urgente, alejarse de tentaciones violentas
de vía rápida que empeoren todo bajo un falso espejismo. La justicia va con la
verdad o no lo es, también es incluyente y de legalidad. No hay varita mágica o
atajos revolucionarios, todo será producto de un proceso.
En tanto hay
elecciones federales vamos, en nuestro caso, por las votaciones municipales,
donde tendrá que vivirse una recomposición de los Ayuntamientos, eligiendo cabildos
representativos, honestos, capaces y plurales. En lo inmediato y pequeño, como
son los Gobiernos municipales, deben ensayarse formas novedosas de gobierno,
con auténticos servidores públicos, austeros y eficaces. Es una gran
oportunidad para elegir ediles que valgan como personas en si antes que las
siglas que los postulen, para tener cabildos vivos y que no signifiquen costos
excesivos para los contribuyentes.
Recadito: Solo los
ciudadanos salvarán a los ciudadanos.