Uriel
Flores Aguayo
Aquí
y en todo nuestro país las elecciones locales son eso... locales; sin minimizar las
influencias nacionales los factores de mayor peso son los locales. Es fundamental
la figura de los aspirantes, que parezca que pueden ganar la elección; para
ello requieren un posicionamiento fuerte que incluye altos niveles de
conocimiento social y rasgos firmes de figura ganadora. Esas condiciones se
obtienen con tiempo, trabajo y presencia; son resultado de una construcción de
candidatura que sea admitida en el imaginario popular; quienes inician apenas o
tienen una proyección marginal están destinados a ser relleno, comparsa o
propuestas testimoniales.
Las
tendencias electorales de los partidos cuentan pero no son definitivas, sus
resultados dependen del ambiente social y de la figura de sus candidatos: una
propuesta débil los reduce, mientras que una figura fuerte los levanta. Las
posibilidades de mayoría pasan por el porcentaje de participación y el impacto
en los votantes independientes o de línea abstencionista. El partido oficial,
en tanto ejerce la gubernatura, es el que paga mayor costo político.
Ninguna
figura nacional será decisiva en los resultados, puede ayudar a su causa pero siempre será moderadamente. Que no voten
por quienes propongan líderes populares no implica que pierdan influencia para
siempre, simplemente en coyunturas locales las motivaciones son inmediatas y
básicas. Las simpatías no se trasladan infinitamente, para las elecciones
locales opera el voto útil de manera sobresaliente. Es altamente probable que
la elección del año próximo se polarice, restándole votos a candidatos chicos.
Con
sabor jarocho, como expresión regional, ya se empiezan a ver los movimientos
ínter partidarios entre el PRI y ciertas fuerzas políticas, por un lado, y el
PAN con el PRD. Serán las opciones más claras y atractivas; las de la
continuidad y la alternancia. Es ocioso descalificarlas, son recursos legítimos
y perfectamente normales; tanto tienen derecho los tricolores a juntarse con
quien le convenga como también los opositores. No hay coaliciones buenas y
malas, ni de primera y de segunda. Es mas, el centralismo partidista debe pasar
a un lejano lugar; la prioridad es el interés por el gobierno de nuestro estado.
Somos
nosotros los que vivimos aquí, los que padecemos o nos beneficiamos del
gobierno, los que seguiremos radicando en este territorio, los que tenemos la
máxima responsabilidad con nuestros hijos y las siguientes generaciones. Por
eso, somos nosotros los que debemos decidir las formas de la participación
electoral y tomar en nuestras manos el rumbo de Veracruz. Formalidades aparte,
en este relevo gubernamental las élites partidistas deben pasar a un segundo
plano.
Para
efectos representativos y de gobernabilidad democrática es deseable, táctico y estratégico,
que las coaliciones vayan más allá de las siglas partidistas, abriéndose a la
sociedad civil en sus figuras, grupos, personalidades y liderazgos. Es una
prueba inicial de voluntad democrática. Hasta por anchar sus posibilidades
electorales es prudente que los partidos abran las candidaturas a externos.
Esas coaliciones deben ser influyentes y tratar de ser el reflejo de la
pluralidad de la sociedad. Si los partidos siguen en el auto consumo, regodeándose
en la clase política, alargaran su crisis, tendrán victorias pírricas y
pospondrán los grandes cambios que urgen para Veracruz.
Siendo
partidario de la alternancia para nuestro estado, que espero no sea traumática
por las resistencias y bana por que resulte una especie de "gato
pardismo", creo que se debe ser muy riguroso con los acuerdos de
candidaturas, privilegiando el factor cualitativo, y con los contenidos
programáticos. Los cambios no deben ser solamente de personas, colores y
estilos; la alternancia valedera y trascendente es la que democratiza, la que
regenera instituciones, abre las puertas a la sociedad y nos permite vivir en
un estado de derecho. La alternancia tiene que ser de fondo, traernos
seguridad, progreso y esperanza.
Recadito:
Avanzamos en la promotora ciudadana de Xalapa; vamos muy bien.