Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
Tal vez ni en las más lúgubres pesadillas habíamos visto las escenas de
crisis que ocurren en Veracruz; la sucesión de hechos fuertes sacuden nuestra
cotidianidad y rebasan la imaginación; hay que hacer un mayor esfuerzo para
entender y actuar ante todo lo inédito que nos rodea, miente o se equivoca
quien diga que tiene todo claro y que comprende en plenitud lo que sucede. El
punto clave es encontrar las salidas a la crisis en modalidad de catástrofe qué
vivimos. Para ello la firmeza es indispensable, la lucha del momento es por la
recuperación de los recursos que fueron desviados y el deslinde categórico de
responsabilidades.
El cuadro público de Veracruz no puede ser más complejo, tocamos fondo y
encaramos como es posible una situación de caos, ingobernabilidad y confusión.
Él gobierno Estatal se vio envuelto en evidentes y escandalosos casos de
corrupción, agravados por la falta de planeación y profesionalismo; dejó correr
el tiempo y él crecimiento de los problemas, apostando a factores políticos que
no se actualizaron. Habiendo apostado al triunfo del candidato oficial y a la
protección presidencial, se derrumbó apenas no se cumplieron esas condiciones
con resultados impresionantemente nocivos.
Ante su severo déficit presupuestal el gobierno aplicó medidas fáciles,
tomando los recursos municipales con absoluta irresponsabilidad; cuidó
cubrir sus compromisos con sus tres poderes y más o menos respetar
"las conquistas" sindicales y prestaciones burocráticas. El gobierno
del estado se paga así mismo aunque tenga que tomar indebidamente los recursos
municipales, incurriendo en actos ilegales y profundamente irresponsables que
ponen en riesgo la gobernabilidad de Veracruz. Hay una línea natural y progresiva
entre crisis financiera, política y social; en conjunto ponen en riesgo paz
pública y condiciones mínimas de funcionamiento de las instituciones.
Los presidentes municipales se han visto en la necesidad de movilizarse
y exigir sus recursos retenidos, lo hacen por necesidad y sin importar origen
partidario; unos acuden a instancias federales mientras otros han decidido
esperar desde el palacio de gobierno y la Casa Veracruz. Es una lucha con
causa, totalmente justificada y digna. En estos días las posturas de los ediles
han coincidido en lo sustancial independientemente de los métodos adoptados
para exigir sus recursos. De alguna manera los municipes están dando la cara
por todos, si logran recuperar los fondos desaparecidos cumplirán los
compromisos con sus gobernados directos pero también mostrarán un camino y
mejorarán las condiciones para otros sectores que también tienen
reivindicaciones económicas que formular a las autoridades estatales.
Entre lo trágico que vivimos y nos azota especialmente a los xalapeños
por ser ciudad capital, sede de poderes y protestas, se han dado actitudes
curiosas al menos; hay mucha y notable solidaridad con la causa municipalista,
expresada en apoyos variados, noto que la gente en general simpatiza con los
ediles; en menor medida se observan las posturas de quienes cuestionan el
momento de la protesta y el supuesto protagonismo de los líderes del
movimiento. Quienes solo ven elementos negativos en estas protestas omiten todo
el proceso previo que llevó a esta situación y lo natural que es que surjan
cabezas visibles. Sin duda se debe y se puede criticar pero sin olvidar el
origen del problema, el dato duro que significa el desvío de los recursos
rigurosamente etiquetados a los municipios.
Es tan serio el problema y se agrava por otros factores tan fuertes como
tener a un gobernador con licencia prófugo, a un débil gobernador interino y a
un estado de quiebra financiera, que los dichos de los actores políticos que lo
reducen a un espectáculo resultan tan pobres como decepcionantes. No es un
asunto de intereses partidistas o de cálculo electoral, estamos ante una crisis
profunda que cuestiona la viabilidad de Veracruz, como una entidad con paz
pública, con vida normal, con recursos, políticas públicas, instituciones
sanas, servicios y programas.