Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
En algunas
dependencias estatales nunca habían dejado de pagar los las quincenas a
sus empleados como ahora que vivimos en el colapso del gobierno tricolor;
es el símbolo del caos y el fracaso de un régimen que hizo todo tan
perfectamente para fracasar y hundirnos en el desastre. Para los trabajadores
estatales es un golpe brutal, paralizante, que no esperaban ni conciben;
reaccionan con estupor y rabia, protestan y se movilizan, en mucho espontáneamente
pero también con el obligado concurso de sus sindicatos, cuyos dirigentes son,
de muchas maneras, copartícipes de esta grave situación.
Vamos rodando sin
freno al fondo de un abismo de crisis social cuyas consecuencias es difícil
imaginar; lo impensable está ocurriendo: Ayuntamientos cerrados, hospitales
parados, escuelas sin clases, calles bloqueadas y el enojo social generalizado.
Estamos en un Veracruz inundado de problemas y sin gobierno real donde la gente
tiene que cuidarse por si sola. La cadena de problemas crece y se extiende,
brinca de lo económico a lo político y termina siendo social, con incidencia en
la vida pública. Al ambiente enrarecido y de enojo se le enmarca con la
violencia generalizada; se han roto límites y contenciones a la delincuencia,
que aprovecha el río revuelto y la falta de instituciones que funcionen.
Ante este cuadro
caótico y nocivo para Veracruz hay que señalar responsabilidades directas e
indirectas, teniendo claro que se realizaron actos lesivos para
la colectividad por acción u omisión; no se pueden deslindar a los diputados
salientes que aprobaron cualquier cosa al ejecutivo y contribuyeron
decisivamente al actual estado de cosas, como tampoco al partido oficial que
consintió las medidas absurdas del gobernador Duarte. Igualmente están las
élites económicas, las invitadas al banquete del poder y las que se quedaron
sin invitación, cuyo silencio y falta de valor cívico cooperó con el actual
desenlace. Antes de cuestionar a la actividad política en si misma por la desastrosa
gestión del desfalleciente gobierno estatal habría que repensarla, rescatarla y
darle un distinto rumbo.
Es correcto
el llamado a la unidad veracruzana para hacer frente a la crisis.
Solo juntos, sin confusión y mezquindad, podremos salir adelante.
Son mayúsculos los retos que heredan el nuevo gobierno y a la alternancia que
parece suicida asumirlo, sin embargo todo se destapó, en gran medida, por la liberación de
los medios y la preeminente labor de las redes sociales. Ocurrido eso, la derrota
del tricolor fue de trámite. Sabido eso, queda al gobierno federal la toma de
posición federalista, solidaria y responsable; somos federados, pedimos y
exigimos, tenemos una porción de derechos pero hay que darle viabilidad
a los esfuerzos democratizadores.
Participar en el
gobierno de la alternancia es un imperativo ciudadano, ético y democrático;
nunca se había justificado estar ahí como ahora, en una situación de
emergencia, con un ambiente de crisis donde es secundario el partidismo así
como los proyectos personales. Para la sociedad, las fuerzas políticas y el
nuevo gobierno no va a ser fácil comprender y actualizarse en una coyuntura tan
reciente y devastadora como la que estamos pasando, una auténtica pesadilla. Las crisis sacuden y
enseñan, exigen cualidades especiales, de las ocultas por ahí, de fuerzas renovadas
para encarar retos mayores; debemos demostrar que tenemos los valores y la
entereza para superar este trago amargo, la tormenta tricolor, y salir
adelante.
Recadito:
Cuando el barco se hunde y todo mundo salta, el gobierno se preocupa por el
color de los manteles.