Uriel
Flores Aguayo
@UrielFA
Las notas
políticas del momento en Veracruz tienen que ver con las próximas
elecciones municipales mientras que, en el país, se van colocando de
manera muy general las relacionadas con la sucesión presidencial. Prácticamente todos los partidos han
definido sus candidatos a ediles, al igual que ya se aprobaron a los
independientes. El saldo
democrático es muy pobre en los mecanismos electivos internos, omitiendo a las
bases y excluyendo aspirantes que no lleven algún tipo de padrinazgo. Lo curioso es que esas prácticas se
presentaron en todos los partidos, nuevos y viejos,
evidenciando una crisis estructural de ese tipo de organizaciones, las
cuales han dejado de jugar un papel democratizador para pasar a ser, más
bien, membretes o siglas con registro legal y de auto representación.
La forma vertical y
cupular que integran las planillas municipales es el antecedente directo o
la condición fundamental de Ayuntamientos débiles y coptados por intereses
particulares; es mucho más fácil
que se presenten improvisaciones, frivolidades y corrupción con autoridades
ilegítimas de origen y obedientes de grupos de poder. Es dramática esa realidad
política veracruzana, sin creer que tenemos la exclusividad. Pareciera ocioso detenerse en la
crítica y la reflexión sobre este momento en la vida pública de Veracruz, sobre
todo ante la contundencia en los comportamientos partidistas y la timidez
opositora interna. Es evidente el
abandono de proyectos colectivos, la falta de autenticidad en los perfiles y la
nociva exclusión de voces diferentes.
Los ciudadanos
observan con más pena que interés los espectáculos partidistas, sus
jaloneos, su esmero por evidenciar raquíticas formas políticas y su lejanía con
los intereses de la gente. Ese tipo de comportamiento es la mejor promoción del abstencionismo y
el rechazo a la política, con lo cual perdemos todos, pierde la sociedad y
pierde la democracia. De las imposiciones, dado el caso, pasamos al desinterés
y a la generalizada falta de participación en los asuntos públicos. Puede ser
más cómodo y fácil gobernar sin la gente pero, a la larga, resulta
contraproducente en aportaciones fiscales, conservación de instalaciones
públicas, denuncias ciudadanas, redes de solidaridad, seguridad, cooperación
para obras, limpieza, campañas de salud, etc. .
Mucha gente se
pregunta quienes se dedican a la política y para qué sirve esta; etapas como la actual, intensa y
masiva, nos muestran los rostros de nuestros políticos, reales, de carne y
hueso, con su trayectoria y sus ideas. Es cuando se pueden examinar y hacerse
merecedores de nuestro voto. El déficit de capacidades, voluntades y autenticidad es enorme,
haciendo de su ubicación una auténtica hazaña entre la maraña de nombres, sonrisas
y promesas. Esos son nuestros políticos, de todos los colores, ellos ocuparán
los cargos edilicios, tendrán que ver con los asuntos cotidianos de la vida
municipal; no son ángeles, son hombres y mujeres con propósitos que pueden o no
coincidir con la colectividad. Será tarea ciudadana resolver a quien le da su
voto y, con él, la confianza y el mandato para gobernar conforme
al interés general.
Sin duda, la futura elección presidencial
federal rondará al proceso municipal, por estrategia de ciertos partidos o por
inercias; tal vez sea inevitable que así sea. De ocurrir esa especie de mezcla
electoral, habrá que hacer un esfuerzo mayor porque no se dejen de valorar las
candidaturas locales, distinguiéndolas de las que ya suenen para "la
grande". El edil electo es quien va a dar la cara a nivel local, quien
tomará las riendas del Ayuntamiento y será responsable de su buena marcha. Eso
es suficiente para fijarse muy bien en el perfil de los candidatos,
distinguir de sus capacidades y optar correctamente.
Recadito: Es
indispensable, sana y normal la unión de los diversos contra la
violencia.