Uriel Flores Aguayo
El próximo año se renueva la gubernatura de Veracruz con
dos circunstancias centrales: por cálculos electorales en esta ocasión durará
solo dos años y se perfila como una especie de plebiscito. Sin visión y responsabilidad
se impuso una mini gubernatura expresamente planteada para asegurar el triunfo
al PRI y suponiendo una extensión de doce o seis años a catorce u ocho, según
las definiciones por mandato sexenal. Estamos ante una decisión grupal,
irresponsable, pensada exclusivamente para un beneficio partidario. El
resultado puede ser diferente al planeado, revirtiéndose las intenciones
continuistas y abriéndose paso a una
alternancia que, en dos primeras etapas, puede sumar ocho años.
Dadas las condiciones políticas, sociales y económicas de
nuestro estado la elección local del próximo año se prefigura como un
plebiscito donde solo habrá la disyuntiva entre el continuismo y la alternancia.
El continuismo puede tener variables en dos sentidos: la menos probable es que
recaiga en alguien del mismo grupo que lleva ya casi once años en el poder; la más segura es un recambio de
facciones, donde la candidatura principal recaiga en alguna figura ajena y
hasta opuesta a ese grupo.
Aunque pueden ocurrir algunas sorpresas dada la condición
humana y la distancia entre los círculos de poder y la realidad, es altamente
probable que de los dos senadores del PRI surja el candidato a gobernador; mas
o menos, ninguno garantiza mayoría ante el descrédito de su marca tricolor y la
acumulación de problemas y agravios causados por la actual administración. Es
obvio que no se les puede pedir a los tricolores que entreguen el poder sin
intentar retenerlo, para una postura de ese alcance se requiere una grandeza
que no se les observa.
Están dadas las condiciones para la alternancia en
Veracruz, hay un desgaste profundo del PRI, partido que nunca ha dejado a otra
fuerza política la silla gubernamental. La crisis política, de representación y
eficacia, se mezcla con la social y la económica, donde la marginación y la
desigualdad genera violencia y desencanto. Si esos factores se combinan y
despiertan a la población mostrándoles alguna posibilidad de cambio y mejora,
el escenario electoral se vuelve volátil, motivante y convulsionado. La
elección se va a polarizar de tal manera que hará casi ociosa cualquier
maniobra que se intente para inventar oposiciones falsas o candidaturas
distractoras.
Para optar por la alternancia debe haber una coalición
opositora amplia y representativa, que lleve o no varios emblemas partidarios;
debe ser encabezada por una figura fuerte y confiable, que sea y parezca opositor
con vocación de gobierno, así como llevar candidatos a diputados locales con
criterios de pluralidad y calidad. Siendo viable el acceso de la oposición a la
gubernatura, deberá preparar un programa de Gobierno muy completo y con visión
democratizadora y de desarrollo social. Las banderas de justicia, bienestar,
paz y libertades que levante la coalición opositora aglutinarán la adhesión de
muchos ciudadanos.
La elección no será tersa, se juega mucho en sentido
colectivo pero también está en juego los términos de la salida del grupo
gobernante; su prioridad es terminar a buen resguardo, sobrevivir como grupo
político al menos con algunas posiciones e influir en el curso del estado hasta
donde sea posible. Les interesa su tranquilidad impune sobre la buena marcha de
Veracruz. Su estrategia de control y continuismo, en caso de que cedan la
candidatura principal, como ocurrirá, es impulsar candidaturas de papel, "independientes" o con siglas
partidarias, para dispersar la votación e intentar que el voto suelto no vaya a
la oposición real.
El destino del PRD es mas o menos claro: si se independiza,
acorde a sus cambios nacionales, y deja de ser
rojo, irá a la coalición
opositora; en cambio, si se mantiene en su estado actual, jugará un papel de
comparsa con un candidato (a) palero (a). Aún en una línea autónoma con
seguridad tendría personajes que traicionarían sus acuerdos para operar para el
PRI. Así ocurrió en la última elección de Gobernador, cuando algunos
perredistas dieron apoyo público al candidato oficial y, poco tiempo después,
para Ripley, de entre esos oportunistas surgió el dirigente del PRD-rojo. Tal
ves la elección local del año próximo sea la ultima oportunidad para el PRD, si
actúa como partido opositor salva el nombre y el proyecto, en caso distinto se
extinguirá sin remedio.
Recadito: Mi agradecimiento a Xalapa por haberme dado la
oportunidad de ser su representante popular; con el honor que significa he
tratado de cumplir con mi deber.