Dr. Silvino Vergara Nava
“La salvación de los bancos a toda costa,
haciendo pagar el precio a la población,
… no tiene futuro y que sólo
podrá generar nuevas crisis…”
Encíclica
“Sobre el Cuidado de la Casa Común’
En el año de 1971,
se propuso por el economista norteamericano James Tobin, la que después fue
denominada: “tasa Tobin” (FERRAJOLI,
Luigi, “La Democracia
a través de los Derechos” Editorial Trotta, Madrid, 2014) que consiste en establecer un gravamen a las transacciones
-sobre todo las internacionales- con lo
cual se plantea impedir la pura especulación financiera, la fuga de capitales,
y el fomento a los paraísos fiscales -muchos de éstos protectorados de Gran
Bretaña- Todo ello beneficia en realidad, no a los pequeños inversionistas de
los diversos Estados-Nación, sino a los grandes capitales.
Posteriormente, se
consideró que los recursos que se obtuvieran de estos impuestos en los diversos
Estados se destinaran al cumplimiento de los derechos sociales, como es el caso
de la educación, salud, alimentación, dotación de agua potable para la
población más necesitada, y por ello, se le denominó a esa tasa: “Impuesto
Robin Hood”, pues la pobreza extrema esta conformando una desigualdad grave
para la estabilidad de estas corporaciones económicas, -no tanto importa la
inestabilidad de los Estados Nación- Para Edgar Morin, se debe distinguir la
pobreza de la miseria, a saber: “Los pobres disponen de un mínimo de ayuda
mutua, en las sociedades del Norte, disponen de una asistencia social. La
miseria tanto en el Norte como en el Sur es precariedad, exclusión,
marginación” (MORIN, Edgar, “La Vía para el futuro de la Humanidad” Paidos,
Madrid, 2011) de ésta forma se logra combatir esas grandes desigualdades que ha
generado lo que se denomina como Neo-liberalismo.
Así, sin importar como
se le denomine a ese impuesto, resulta necesario para combatir ese voraz
comportamiento que se lleva a cabo por dichas empresas multi nacionales. En voz
del profesor Italiano Luigi Ferrajoli: “El capital financiero global, gracias a su libre circulación y por
falta de una esfera pública a su altura, puede hoy condicionar y agredir a la
economía real y a los mismos propuestos de los Estados, hasta imponer a la
política la ley del mercado.” (FERRAJOLI, Luigi, “La Democracia a través de
los Derechos” Editorial Trotta, Madrid, 2014) Debido a que, esta es la problemática, y de cierta forma,
es la solución este impuesto, la pregunta es: ¿Por qué no se ha implementado
por los Estados? Una respuesta evidente: Su impotencia, es decir, los Estados
hoy son incapaces para implementar estas medidas, persiguen hasta penalmente a
cualquier ciudadano, lo procesan, lo castigan, pero no a esas corporaciones.
Por ello es que, la eterna y vetusta propuesta de una reforma
fiscal integral que se formula en cada cambio de gobierno en los diversos
Estados, sobre todo de América Latina, -y de lo que México no es al excepción-
no se indica en que consiste dicha reforma, pero eso sí, se organizan foros, y
una serie de paneles para que se opine al respecto por especialistas,
académicos, universidades, etc., y nunca se llega a la referida reforma
integral tributaria, subsiste el mismo sistema, esto es: se grava el consumo, y
no la riqueza de esas corporaciones.
La imposición de este tipo de impuestos es una alternativa, desde
luego, que el problema es que, si un Estado en forma aislada lo impone, todas
las grandes corporaciones migraran inmediatamente a otros países, lo que
resulta necesario es un acuerdo mundial de los Estados, para que, se
implementen este tipo de medidas en los territorios de todas estas naciones y
que de esa forma, se logre cumplir con el objetivo, de lo contrario, el Estado
que lo efectúa inmediatamente cae en una aguda crisis financiera, inestabilidad
gubernamental, y evidente pérdida de su propia soberanía, posiblemente, hoy no
estamos tan preparados para este tipo de acuerdos entre los Estados, las
rencillas antiguas entre fronteras, migración, incluyendo rivalidades
culturales y hasta deportivas, pasando por la concepción de políticas de
izquierda y derecha de los diversos países, son extraordinarias justificaciones
para no poder tomar estas decisiones, promovidas todas ellas por las propias
corporaciones económicas, que dentro de la desorganización entre los Estados
encuentran su propia estabilidad.