Uriel Flores Aguayo
Guste o no, se sepa o no y se simpatice o no
con el fútbol, es prácticamente imposible abstraerse de los desfiguros del
"piojo Herrera"; es obvio que el fútbol, pero sobre todo lo relacionado
con la selección nacional, en México ocupa un lugar central de la atención e
inquietudes de la población; supongo que no es muy diferente en la mayoría de
los países, al tratarse de un deporte de conjunto que suele resultar creativo y
apasionante; al tener su propia Copa Mundial, mas torneos regionales de todo tipo
entre equipos y selecciones, logra audiencias globales que tienen impacto
mediático, económico y social. A mí, en lo particular, me gusta mucho el fútbol.
Los manejos del fútbol profesional en México,
es cuestión aparte; está controlado y se usa políticamente por el duopolio
televisivo, con preeminencia de Televisa; el peso de los factores económicos
suele despertar sospechas y distorsiona de alguna manera la esencia del fútbol,
sin embargo es una realidad la importancia que tiene para mucha gente, millones:
tan solo la final de la copa de oro fue vista en televisión por más de diez
millones de mexicanos. Es confuso y limitado, a mi juicio, decir que se trata
de un deporte enajenante. Veo otros rasgos en verdad negativos, como la excesiva
comercialización, las imposiciones de horarios de las televisoras y un esquema
de sueldos desproporcionado, artificial
y fuera del mercado. Por supuesto, como lo vemos en nuestro equipo
tiburones rojos, se intentan manipulaciones de corte político para uso de
personajes y partidos, en especial el PRI; recordemos la reciente ocurrencia
electorera de vestir de verde a los tiburones ROJOS.
La designación del piojo Herrera, como
entrenador nacional, tenía la clara huella de Televisa, pero fue aceptada por
los dueños de los equipos de fútbol; en realidad no tenía mayores méritos, sin
embargo llegaba en una situación critica para la selección y mostraba arrojo. Siempre
lo vi como un motivador, cuate de sus convocados y un entrenador de medio pelo;
de hecho, había estado al frente de los Tiburones con resultados desastrosos.
Pero así como el, los demás entrenadores son colocados independientemente de
sus resultados por promotores y representantes.
El fútbol profesional de México es un sistema
total, no muy diferente al sistema político y económico que nos rige; es un
gran negocio particular con líneas confusas de entrelazamiento con sectores
públicos. Ese sistema cuenta con el sustento formidable del duopolio televisivo
que siempre pondrá por delante su afán de lucro; se dice que si la selección no
hubiera ganado la copa de oro, al estar impedida - en ese caso - para competir
por la copa confederaciones, el duopolio perdería cincuenta millones de dólares
en publicidad. En ese mar de dinero es muy difícil mantener la transparencia y
la honestidad a la hora de tomar desiciones claves: como designar sedes de
campeonatos, nombrar árbitros de juegos definitivos, regular la multipropiedad,
respetar la dignidad de los jugadores, etc.
Debiera ser motivo de atención la política
salarial en el fútbol de primera división, cuando se habla de cantidades tan
exageradas se entra a los terrenos de la irrealidad; no hay correspondencia en
el nivel de nuestra economía con los salarios que devengan muchos jugadores y
entrenadores. Alguna razón debe haber para aparentar bonanza en el fútbol
mientras la economía nacional da de tumbos; no existe coherencia entre el nivel
de nuestra economía y los contratos del fútbol. De entrada, es una fantasía que
jala hacia arriba los precios de las entradas, la publicidad y los derechos
televisivos; somos los ciudadanos, estemos o no en los estadios, quienes
terminamos pagando estas excentricidades para que algunos personajes dominen la
escena pública y proyecten buena imagen.
El piojo
Herrera, es una muestra de lo que no se debe hacer: mercantilismo
desproporcionado, uso partidista, protagonismo verborreico, pérdida de control
y estrategias limitadas. Su arrojó le abrió caminos, mientras que su inmadurez
y mal carácter se los cerraron. Saber lo que ganó el piojo en dos años, entre
publicidad y la selección, que son 130 millones de pesos, debe llevar a
preguntarnos sobre los manejos de la selección. Esos pagos están muy por arriba
de ingresos de altos ejecutivos. Finalmente, el comportamiento porril del piojo
no creo sea muy distinto a los de capas sociales privilegiadas.
Con el auxilio de las redes sociales, los
ciudadanos futboleros deben tener más protagonismo, participando en foros,
exigiendo transparencia en todo e impulsando la democratización de las estructuras
directivas del fútbol. Ese es el verdadero debate, mucho más allá de las
circunstancias que motivaron la salida del piojo, quien siempre fue
perfectamente prescindible. Nuestro fútbol está urgido de cambios, ya no debe
seguir siendo el aparador legítimamente del duopolio, su desarrollo debe estar
muy lejos de cualquier interés particular; es y debe seguir siendo una
plataforma para la convivencia familiar y
el ejemplo a niños y jóvenes.
Recadito: Los troncos, los mini broncos y los
listos deben decirnos cual es su proyecto; para rollos ya estuvo bien.