Uriel
Flores Aguayo
@UrielFA
Puede resultar hasta ocioso señalar que, en México, vivimos en una
sociedad plural, donde se vota variadamente y también se abstienen por diversas
razones. Sin embargo, parece que no está demás recordarlo con historia y
argumentos dado que, casi increíblemente, de vez en cuando pero sobre todo en
la antesala de elecciones mayores, como puede ser la próxima presidencial,
aparecen posturas extrañas y regresivas donde se considera que los votantes son
una masa inerme que actuará por inercia y consigna. Se omite que el voto, más o
menos, se distribuye en tres grandes frentes electorales para llegar a un
resultado de tercios, con efectos extras en fuerzas pequeñas.
Ahora se plantea que las iniciativas distintas a alguna propuesta
de supuesta superioridad moral y política tienen la finalidad de restarle
votos. En esencia es una postura anti democrática y claramente errónea. Las
distintas alternativas electorales que se abran paso tienen sus propias razones
y contarán con un determinado apoyo. Pasa con los partidos y ocurrirá también
con los independientes. Pensar que no tienen derecho y que sus votos son de
menor valía es una posición propia del maniqueísmo y de líneas de pensamiento
único. Las expresiones que salgan a la búsqueda de votos son parte de nuestra
pluralidad, independientemente de su calidad; es perfectamente posible que
algunas propuestas tengan objetivos divisorios pero a esa motivación táctica
corresponden determinados sufragios que se pueden dar o no. Es imposible que
toda la sociedad o una gran mayoría sufragara por una sola opción política.
Solo desde ideas descabelladas se puede sugerir que si no votas por determinado
partido estás equivocado, le haces el juego a otros y traicionas lo
supuestamente justo. En este punto entra el juego la actualización de las ideas
sobre la realidad plural.
Es ilógico pensar que otros vienen por los votos que algunos dan
por ganados; si así fuera, no hubo convicción ni compromiso del potencial
elector. De alguna manera se falta al respeto al votante porque, de entrada, se
le considera persona sin criterio y pensamiento propio. Quienes dividen a la
sociedad entre buenos y malos, por supuesto colocándose siempre en el primer
bando van derecho a la decepción y al fatalismo simplemente porque la vida
no funciona de esa manera. Es común en nuestra historia reciente que se den
gigantescas movilizaciones coyunturales para desvanecerse en plazo breve porque
son apuestas de llegada a una especie de tierra prometida sin contar con las
estructuras, hábitos y tradiciones que lo sustenten. El voto de la
inconformidad, normal, es el más fácil de ganar pero, igualmente, el más fácil
de perder. Hay votos de esperanza que son más sólidos pero con riesgos de ser
muy dolorosos. Siempre los liderazgos juegan un papel fundamental en las
razones, el ritmo y el rumbo de las movilizaciones electorales de
coyuntura.
En las votaciones más elevadas que han tenido lugar en nuestro
país hemos llegado a una participación aproximada del sesenta por ciento, con
efectos plurales como lo podemos ver en las Cámaras legislativas. Quiere decir
que a cuatro de cada diez ciudadanos simplemente no les interesa o no les
motivan las opciones que tienen al frente; parece ser que en la elección
federal del próximo año se mantendrá ese comportamiento, con la variable de las
elecciones de Gobernadores en varias Entidades que pueden subir un poco la
participación ciudadana. En general los políticos comprenden todo esto y son
realistas pero todavía hay quienes tienden una capa de misterio sobre las
motivaciones de aquellos que no votan. Son los que creen que otras candidaturas
les quitarán votos partiendo de que son de su propiedad y desconfiando de la
pluralidad. Ese es un botón de abierto absolutismo: estás conmigo o contra mí.
Recadito: se necesitan analistas políticos en Veracruz.