Uriel Flores
Aguayo
Se terminó el año 2015, ahora si
hay que darlo por concluido, los días que le quedan sólo son un espacio
especial para convivir y, en lo posible, descansar. Queda en el balance
obligado, consciente o no, el aprovechamiento de estos meses, los aciertos y
errores, los aprendizajes, el cumplimiento de metas, los pendientes de ahora y
de siempre, la calidad y la cantidad de nuestro tiempo y el estado actual, con
sus problemas y soluciones. Se quiera o no el repaso del año, a veces extendido
en mayor tiempo, superficial o profundo, se hace naturalmente, al parar
actividades o al mantenerse en el trabajo, como ocurre con mucha gente. El que
descansa laboralmente encuentra otras ocupaciones, el que trabaja piensa en eso
y en los otros, a quienes ve y compara.
La fe es muy importante, nos lleva
a la calma, es una luz en medio de la neblina vital; no hay personas sin fe en
estos días, la lentitud del momento conduce a espacios de paz. No hay nada
tendencioso ni mucho menos fanatismo cuando se habla ámbitos espirituales,
donde se concentra mucha gente, donde se inspiran para seguir y se oxigenan de
humanismo. Se puede creer o no en un ser superior, al final cada quién asumirá
sus creencias y convicciones, pero lo que no se puede soslayar es el papel positivo
que cada uno cumplimos, por otros pero sobre todo por nosotros mismos.
Nos encontramos rodeados de dolor y
tristeza por la ola infinita de violencia, agudizada por la barbarie de Iguala con
los muchachos de Ayotzinapa; cuesta hablar de festejos, más tenerlos, cuando se
viven esos problemas. Afortunadamente hay una conciencia nacional despierta,
sensible ante este caso sangriento; con todo y que se practiquen las
celebraciones de rigor, los rituales y las comunes a las familias mexicanas, el
corazón de mucha gente, suficiente como para hacer una tendencia nacional,
estará con las familias de los desparecidos y seguirá exigiendo la aparición
con vida de los 42 normalistas.
Estas fechas también deben
servirnos para pensar en un mejor país, posible en lo inmediato y en lo
concreto; no puede funcionar nada con tanta pobreza y desigualdad, eso no es
normal. Se requiere un piso social común para que la sociedad funcione; se
requiere un mínimo compromiso de los gobernantes para que cumplan con sus
obligaciones. Sin voluntad, ahogados en impunidad y privilegios, las elites
nada bueno van aportar para salir del abismo en que nos encontramos. Hay que
procurar mejores condiciones de vida para las mayorías, se requiere
salirse de los círculos viciosos de la violencia, romper con el miedo y
propiciar la más amplia e informada participación de la ciudadanía en los
asuntos colectivos. Posponer soluciones, o simularlas, desgasta y descompone el
tejido social y hace inútil al aparato público.
Que mejor momento, cálido y
relajado, para ir imaginando un futuro mejor, de justicia e igualitario,
donde la vida sea eso, vida, y se fomente una sociedad de derechos donde
la gente viva con dignidad, sin abusos y sin manipulaciones. Puedes
ser un sueño, tampoco estaría mal, pero tiene más de realismo y de
inmediata concreción si se visualiza e impulsa como programa, proyecto,
estrategia y línea de vida. Su impulso implica participación, fomentada y
respetada, transparencia, decoro, libertad absoluta, disminución drástica de
privilegios y una corresponsabilidad a partir de derechos y obligaciones.
Decir y hacer ,
encarar, comprometerse, con y sin coyuntura, como forma de vida, irá en la ruta
correcta, significará avances igualitarios, será oxígeno social, habrá
esperanzas y traerá una etapa mucho mejor para nuestras vidas. No hay discurso
hueco en estas afirmaciones, es otra forma, en el fondo es una
clara toma de posición política, no hay de otra para ser pacíficos e impulsar
cambios posibles y realistas. Digamos que es lo mínimo que se puede aceptar
para tener una vida sana, normal y constructiva.
Aprovecho este generoso espacio
para desearles un año nuevo en todos los sentidos, en vida útil, sana y de
calidad. Hagamos el bien simplemente para sentirnos bien.
Recadito: Con éxito obvio cerró el
Mopi sus actividades por sus 25 años.