Uriel
Flores Aguayo
@UrielFA
Vuelvo
a esta expresión que utilicé hace algún tiempo para dar, nuevamente,
título a mi artículo semanal. Me sigue pareciendo una frase infinita, aplicable
para siempre pero con mayor fuerza y acento en periodos como el que vivimos,
caracterizado por la debilidad de El Estado, el ascenso de los grupos armados y
de interés, la ineptitud y extravío de la clase política, la división
nacional, la pobreza extrema en incremento, las amenazas Gringas y la
precariedad democrática, entre otros factores que nos pintan un panorama
sombrío para nuestro país. El optimismo debe surgir del realismo y la
convicción de que no tenemos otro país a donde vivir, de que venimos de peores
etapas de autoritarismo e inhibiciones de nuestra libertad, de que tenemos que
heredarle un mejor país a las nuevas generaciones y de que tenemos la historia
y la identidad de nuestro lado.
El
fatalismo es nocivo para la sociedad, entendible en los ciudadanos que se
abstraen de un contexto mucho más amplio pero cuestionable en voz de
liderazgos. No hay menos malo a la hora de elegir candidatos, hay opciones que
pueden ser o no representativas de nuestros intereses y aspiraciones; quienes
llaman desde ese supuesto están descalificando a la pluralidad realmente
existente y se colocan artificialmente en una superioridad auto conferida.
Quienes de vez en cuando, especialmente en coyunturas electivas sexenales, nos
dicen que estamos ante la "última oportunidad" de un "cambio",
en realidad están reflejando ignorancia, prejuicios y temores muy particulares.
Después de una elección, vendrá otra; después de esa, vendrá otra, así
sucesivamente mientras nuestro sistema político practique las elecciones como
mecanismo de relevo de autoridades y legisladores. Los líderes, los partidos y
los grupos de poder tienen una gran responsabilidad en que nuestro país tenga
piso, rumbo y destino común. No hay cambio falso o verdadero, salvo que se acuñen
como eslogan de campañas que, en un descuido, pueden volverse de obviedad
demagógica.
El próximo domingo tendremos
elecciones municipales conforme al calendario cuatrianual, su relevancia tiene
que ver con las figuras postuladas, entre las cuales surgirán las próximas
autoridades que tienen a su cargo los servicios y obras municipales. Nos
conviene a todos que queden los mejores. Seguramente habrá un reacomodo en el
mapa partidista municipal, como efecto clave de la alternancia en el Gobierno
Estatal, lo cual desfavorece al PRI, el avance natural de la coalición PAN-PRD,
resultado de su labor propia, y el avance de Morena, receptor del descontento
popular y las simpatías que le comparte el caudillismo de Andrés Manuel López
Obrador. Ya veremos si se actualizan las hipótesis formuladas en el inicio de
las campañas, particularmente en una distribución que establecía mayorías
Edilicias de cien para PAN-PRD, sesenta para MORENA y cuarenta para el
PRI, dejando doce para partidos chicos e independientes.
Entre
los 212 municipios tengo un interés muy especial por Xalapa, mi lugar natal y
donde he vivido mis 58 años; mi apego es xalapeñista, de esencia espiritual,
con las vivencias de infancia y los recuerdos paternos, de barrio y amigos de
siempre, de los amores fugaces, de los maestros vitales, de luchas sociales, de
conciencia y compromiso político; es la casa particular, de uno, y la casa
común, de todos. He visto pasar autoridades municipales de todo tipo en Xalapa,
casi siempre del partido tricolor; algunas valiosas, otras para el olvido; el
tamaño de nuestros déficit y problemas está relacionado con unos doce años casi
perdidos en los últimos 18 años del Ayuntamiento. Tuvimos una alternancia
en 1997, cuando el PRD era el partido del momento, lamentablemente se
desperdició entregándola a políticos tradicionales por el interés de AMLO.
Ahora vamos a una segunda alternancia que tiene la disyuntiva de la coalición y
MORENA, ante el debilitamiento grave del PRI.
Xalapa,
necesita un gobierno abierto, plural, democrático y con orientación social
y criterios de sustentabilidad, así como ideas de reactivación económica.
No hay justificación si se pretendiera gobernar con camisa de fuerza
partidista, sería una grave limitante. Se perdería el tiempo si se
pretende inventar el hilo negro, si se omite la personalidad xalapeña: socialmente
positiva, hospitalaria y culta. No tenemos que atarnos a agendas partidistas
nacionales, hay que darle prioridad a los asuntos locales. Se debe enfrentar el
nocivo clientelismo tricolor que nos ha despojado de banquetas, parques, áreas
verdes y de interés social; sería una farsa envolverlo con otro color.
Deseo lo mejor para mi entrañable municipio, que queden al frente personas
capaces y responsables. Siempre será poco lo que le demos.
Recadito:
Votar para ser ciudadanos plenos y exigir nuestros derechos…