Silvino Vergara Nava
La
política que obedece a presiones políticas que
demandan la denominada “operación
limpieza”,
mata delincuentes en las calles o ejerce
el alevoso
delito de tortura cual si fuera una
herramienta de la tarea diaria”.
Elías
Neuman
¿Por
qué se comete un delito? Esta pregunta es con la que parte la legislación
penal, es decir, para poder implementar qué conductas son delitos, cuáles son
sus elementos, la sanción que le corresponde a cada delito, en qué casos
existen excluyentes de responsabilidad por la comisión de un delito; son
implementadas en la ley según sea respondida esta pregunta. Desde luego, la
pregunta tiene varias formas de responder; a decir de los tratadistas del
Derecho Penal (Zaffaroni, Eugenio Raúl, Apuntes sobre el pensamiento penal,
Hammurabi, Buenos Aires, 2007), se parte de una primera postura de que quien
comete el delito lo hace porque nació con esa tendencia, ya que por su propia
conformación física su inclinación es la de realizar crímenes. En resumen, como
decía el médico italiano Lombroso, se es delincuente por naturaleza. Una segunda
postura sostiene que la comisión de los delitos se debe al ámbito social en que
se desarrolla, esto es, el entono en donde conviven las personas influye en el
hecho de cometer delitos, por eso muchas veces se pone en la palestra la
pregunta sobre si los delincuentes nacen o se hacen.
Pero
hay una tercera posición que sostiene que los delitos los inventa el sistema,
es decir, el Estado crea los delitos para que con ello controle a la población,
posición de origen marxista que sostiene que el Derecho es la herramienta para
que el Estado pueda controlar a la ciudadanía y, principalmente, para que
exista un serie de servicios que presta el Estado, los cuales considera que son
necesarios e indispensables, por ejemplo, los servicios de seguridad, las
policías, la vigilancia y, después, los Ministerios Públicos, los jueces, los
magistrados, los tribunales, bajo esta tesis, resulta indispensable que siempre
existan delitos y delincuentes para justificar el sistema; si no hay
delincuentes, hay que inventarlos en la ley (Neuman, Elías, El estado
penal y la prisión–muerte, Editorial Universidad, Buenos Aires, 2001).
Y
sobre la pregunta inicial, ¿quién inventó el robo de combustible?, podría
sostenerse que ninguna de estas respuestas es convincente; desde luego, no se puede
seguir pregonando que los delincuentes nacen, porque va en contra de la
dignidad de las personas. De ser así, se castiga a la persona por lo que es,
por el color de piel, por la raza, por la religión, por la edad, por las
tendencias políticas, por la nacionalidad, y esto ya ha provocado un sinnúmero
de genocidios en el mundo; los promotores de esta posición, encabezados por el
médico italiano Lombroso, nunca han podido justificar esa postura a pesar de
que los científicos siguen insistiendo, sobre todo en los EU, en que es una
forma de gobernar reprimiendo y excluyendo, característica del sistema
estadounidense.
Por
lo que hace la segunda postura, tampoco es convincente la respuesta porque
entonces se entendería que toda la población de una determinada región comete
delitos, y esto no es así a pesar de que existan colonias, barrios o
poblaciones en el mundo que tengan fama de ser peligrosas porque se comenten
delitos o se refugian delincuentes. Esto no representa que toda la población,
por vivir en esos lugares, sea delincuente. Respecto a que los creó el Estado,
éste ya ha resultado incapaz tanto para lo bueno como para lo malo. Lo que está
sucediendo actualmente es que hay un poder estatal que ha sido superado, pues
hay un poder superior sobre él, que es de los poderes económicos mundiales
–empresas del sistema financiero, laboratorios, empresas farmacéuticas, de
alimentos, energéticos y, sobre todo, de comunicaciones–, que son los
verdaderos causantes del delito de robo de gasolina, pues son los que ocasionaron
esta crisis. El aumento del precio de los combustibles no es algo fortuito, es
un verdadero ejemplo de que las leyes de la oferta y la demanda no pueden
quedar a la buena, a la deriva o a la suerte, como pregonan las tesis
neoliberales. Existe la necesidad de que sobre la ley de la oferta y la demanda
cuente con regulaciones estatales, es decir, deben controlarse por el Estado,
pero hoy el poder económico no lo quiere entender así, y por eso se cometen
estas atrocidades: robos, crímenes, combates sin final alguno. Lo que queda
claro es que quien provocó el robo de gasolina es el poder económico, que ha
presionado al Estado mexicano para que en cosa de unos meses en el año 2013 se
aprobara la reforma constitucional denominada energética –Diario Oficial de la Federación, 21 de diciembre de 2013–;
después, gracias a esta reforma impulsada por el poder económico mundial se
implementó la liberación del precio del combustible en la ley de ingresos de
2017, a partir precisamente de este año. Por ello, resulta evidente que quien
inventó el robo de gasolina fue el poder económico mundial, y es el responsable
de esta serie de crímenes de los cuales su excluyente de responsabilidad es su
propio poder.