Dr.
Silvino Vergara Nava
“Los estados son
vigilados por otros… Y el estado
apenas puede escapar
de la exigencia de dar a
conocer sus acciones
y modos de funcionamiento…
el estado es hoy más
observado que observador.”
Daniel Innerarity
¿Por qué no hay un sistema de trenes en América
Latina?, es una pregunta que bien se la puede hacer cualquier ciudadano que
tiene interés en trasladarse de un lugar o de una ciudad a otra, sin el costo que
representa un boleto de avión, o bien, sin el riesgo que constituye las carreteras
y el sistema de transporte foráneo de autobuses, al que por cierto se le gravó
con el 16% del Impuesto al Valor
Agregado a partir de 2014 dentro del paquete de la reforma hacendaria.
Por ejemplo, en México, es claro que, históricamente
no hay un sistema de ferrocarriles debido a que por medio de ellos, fue que se
llevó a cabo la revolución mexicana –la guerra más violenta del siglo XX en
todo América Latina- y se facilitó la comunicación de los grupos
revolucionarios. Entre Colombia y Panamá no hay ni comunicación alguna acusando
a los pantanos, pero más que nada a la división artificial que se dio de lo que
fue la Gran Colombia. ¿Qué sería de Brasil con una red ferroviaria? O bien, ¿Qué
sucedería con los países de Centroamérica conectados por un tren? Desde luego
que, habría un gran sistema de comunicación, lo cual permite crecimiento mayor
entre los países, y menos desigualdades, basta con observar a Europa que se
comunica y transporta con trenes, el propio vecino del norte hace lo mismo, pues
en el caso de las mercancías que se deben de transportar es mucho más seguro y
económico.
Pero, ante esta obviedad: ¿Por qué no se ha
implementado esa red de comunicación? Es claro que, los Estados en primer
lugar, hacen las cosas, a corto plazo, el “cortoplacismo” produce votos, los
proyectos a largo plazo nadie se acuerda de quien lo inicio, y menos de quien
lo siguió, pero si de quien lo terminó, en segundo lugar, sentencia Daniel
Innerarity: “las decisiones fundamentales ya no son adoptadas en el nivel
nacional, que con frecuencia no decide más que acerca de lo accesorio. En
materia comercial, monetaria, fiscal o social, las decisiones se han vuelto
profundamente interdependientes.” (INNERARITY, Daniel, “Un mundo de todos y de
nadie” Paidos, Barcelona, 2013) Desde luego, que los estados de nuestra región
se encuentran atados a decisiones de este tipo, pues: ¿Donde se venderán los
vehículos europeos y norteamericanos de alto tonelaje? si es que ya se cuenta
con trenes, ¿Qué constructora se beneficiaria del arreglo de las carreteras y
vías de comunicación?, pues, permanentemente están dañadas con estos
transportes de carga pesada, ¿Que hará el Estado sin administrar las grandes
concesiones para el transporte terrestre?, ya que han sido una forma de
justificar un gran número de organismos y entidades administrativas, por su
parte, ¿Cómo mantenemos la centralización política y económica de éstas
naciones? Si es que se cuenta con un sistema de ferrocarriles para transportar
a las personas de un extremo de un Estado al otro.
Es claro que, gran parte del problema es la corrupción
entre los estados –poder político- y los poderes económicos, entendida ésta como:
“Aquellos actos que
constituyen la violación activa o pasiva, de un deber posicional o del
incumplimiento de alguna función especifica realizada en un marco de discreción
con el objeto de obtener un beneficio extraposicional, cualquiera que sea su
naturaleza…“ (MALEM,
seña, Jorge. “La Corrupción” Gedisa Editores, Barcelona, España, 2002) Por último, vale la pena preguntarse, si es que este
tipo de mecanismos que permiten una adecuada y eficiente comunicación comercial
y de la población de un Estado: ¿Puede considerarse que, son exigibles por los
ciudadanos, como derechos sociales contra el propio Estado? es decir, que se abra
la puerta a considerar que son parte de los derechos de la ciudadanía -contamos
con los artículos 4 y 25 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, a
saber: derechos de desarrollo y bienestar, medio ambiente sano, salud, por
citar algunos- o bien, ¿Estamos cayendo al extremo de los derechos sociales
como insaciables?, es decir, como derechos previstos en una disposición
constitucional, a sabiendas que nunca se ejecutara, como se les ha denominado:
“Cláusulas dormidas” (GARGARELLA, Roberto, “La Sala de Maquinas de la Constitución” Katz
Editores, Madrid, 2014). En tanto, lo cierto es que, parte del subdesarrollo en
la región, es la falta de vagones al progreso y mejoramiento de la población.