Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
Puede o no existir interés en México por discutir sobre las
etiquetas políticas e ideológicas, tampoco sé si sea necesario, tal vez si.
Hace mucho tiempo que se abandonó la elaboración intelectual en las grandes
formaciones políticas, dejándolo reservado a grupos de la sociedad civil. Salvo
afanes anacrónicos de sectores conservadores, que insisten en meterse con la
vida privada de la gente, y discursos grandilocuentes que invocan teorías
conspiratorias y líneas invisibles, tanto en defensa como en cuestionamiento, los
planteamientos partidarios son asombrosamente similares y mucho más en
ejercicio de gobierno. Me parece que ya no hay tiempo para la gran
reflexión pendiente sobre las ideas y propuestas de los partidos políticos
antes la proximidad de las elecciones presidenciales del próximo año;
tendrán que posponerse para algún día sus asuntos de identidad y su
ubicación real en el Mexico de hoy.
Por ahora los partidos presentarán casi exclusivamente siglas
y nombres, ocupando su energía en tácticas y proselitismo. Decir que alguien es
de izquierda, derecha o de centro es temerario o auto complacencia, pero
también puede ser absolutamente inútil sin referentes y comparativos. Puede
haber quien lo haga y hacer creer que, efectivamente, sus posturas son reales y
corresponden a lo que, alguna vez, se dijo o hizo en ese sentido. Según yo lo
más seguro es que den "gato por liebre", forzando al extremo alguna
elucubración, sin descartar que haya quienes sí intenten elaboraciones frescas,
creativas y novedosas.
En México, ha sido la izquierda la que siempre mostró la cara tal
cual era, aunque más bien habría que hablar de izquierdas; hay una historia
que, supongo, concluirá con el PRD, suma de tendencias del más amplio abanico;
lo que siga tendrá alguna etiqueta que puede ser lo más próximo a un intento de
definiciones más políticas que ideológicas, si pensamos en círculos pensantes,
o, de plano, se inaugura un ciclo de proclamas y banderas sostenidas por masas
amorfas que se conformen con discursos de caudillo y una relación clientelar.
La izquierda más que nada fue generosidad y compromiso, como una forma de ser
auténtica a la que se le sobrepuso la etiqueta dominante, iniciando con la
influencia Soviética, combinándose con el Guevarismo y cerrando con el PRD en su
fase nacionalista. Observo que Morena pinta para ser una mezcla de todo eso en
tanto gire en torno a su máximo objetivo que es ganar la presidencia.
Observo que las buenas acciones de la gente, en general, no pasa
por ideología alguna, menos por la influencia de siglas partidistas. Los
partidos son instrumentos para acceder al poder, no escuela de seres humanos;
estos serán mejores o peores como resultado de muchos factores pero
marcadamente por el contexto social. Es tan anacrónico y chocante que se use
ropa cotidiana con colores partidistas, que se quiera explicar algo cotidiano
con la opinión de líderes y, peor aún, que se abstraiga el pluralismo en afán
de un pensamiento único y se sostenga que la vida acaba si no se logra el
resultado que una facción nacional pretende. No ofendo, creo, si afirmó qué hay
una crisis de ideas en los liderazgos políticos, en tendencia famélica a
niveles locales; abundan las descalificaciones y las ocurrencias, las
convocatorias abstractas y, lamentablemente, mucha demagogia.
Tal vez ha llegado el tiempo de empezar a ver a México con ojos
nuevos, sin los paradigmas apenas vigentes en papel, con miras superiores y
viables.
Recadito: Patético el espectáculo de los malos servidores públicos
que se marean en un ladrillo; condición humana.