Uriel Flores Aguayo
@UrielFA
Lo siento, puede ser redundante pero es personal, esa necesidad de
decirlo, de expresar los sentimientos y el estado de ánimo ante la tragedia.
Duelen las muertes todas, uno intenta imaginar sus últimos momentos, su circunstancia,
el desenlace y los efectos más inmediatos en sus seres queridos directos. Pero
lastiman más, en lo más hondo, la pérdida de los niños, por su edad e
inocencia, por su casi indefensión, por la vida interrumpida; se siente un
dolor en el pecho, en el corazón, se nubla el horizonte y el ánimo desvanece.
Duro, severo y cruel el golpe del sismo, alarmante y aterrorizante. El
antecedente del 85 dejo de ser referente protocolario para las nuevas generaciones,
ahora se presentó en horario estelar la fuerza devastadora de la naturaleza. En
compensación formativa descubrieron el potencial solidario de sus pares y su
sociedad toda, se inmiscuyeron en las acciones y se despojaron de cualquier
mezquindad cómoda. Ante la muerte y los daños materiales saldrá otro México,
fuerte, sensible, justo y solidario; que se cuiden gobernantes frívolos e
ineptos.
Sin exagerar se respira una atmósfera de tristeza, de
preocupación, de solidaridad y ánimo de apoyar, de unidad humanitaria, de
identidad mexicana. Es irrelevante u ocioso subrayar, más con afán sectario, si
la gente rebasó al Gobierno o si hubo algún error en autoridades, eso no
es lo principal; lo que más cuenta es la masiva participación social y las
capacidades desplegadas del Estado Mexicano, con sus fuerzas armadas al frente.
Lo importante es rescatar personas atrapadas, evitar mayores daños, darle
celeridad a los heridos, respaldar a los rescatistas con alimentos y equipos,
mantener las comunicaciones y a las ciudades y poblaciones funcionando; no
omitamos que los efectos mayores del sismo del 19 impactó en Puebla y Morelos,
además de la Ciudad de Mexico. Todavía no resolvíamos de fondo los daños del
sismo anterior en Oaxaca y Chiapas, cuando se presenta este otro tan o más
devastador.
El sismo nos recuerda de golpe nuestra fragilidad y la imperiosa
necesidad de estar preparados en forma de construcciones mejores y con normas
exigentes, con corporaciones oficiales y privadas altamente capacitadas para
hacer frente a desastres y una cultura viva y actualizada de prevención
civil en la sociedad. Ya ocurrido, no regatear nada para apoyar, dejar a
un lado la politiquería, poner en el centro los rescates y la recuperación.
Ante los fenómenos de la naturaleza es muy importante la preparación pero
también otro enfoque de relación entre ella y los humanos, que plantee respeto
y sustentabilidad. No más agresiones al medio ambiente, es vital cuidar los
suelos y el agua, pensando en lo indisoluble que es la formula seres humanos y
la naturaleza.
Los niños fallecidos, nuestros niños, son angelitos que nos
observarán desde las alturas, que nos harán recordar lo importante en la vida,
que los que se quedan con nosotros merecen paz, amor y bienestar. Son el
testimonio de la alegría, del juego y la fantasía que no se irá porque no los
olvidaremos. A sus padres y hermanos debemos rodearlos de abrazos y aliento, de
cariño y respeto; vivirán su duelo personal, el nuestro es general; tendrán la
resignación posible y harán lo necesario para conservar el recuerdo de sus
niños y niñas. Siempre estarán en la memoria de sus seres queridos pero también
en el imaginario colectivo, es cuestión de conciencia.
Recadito: Siempre es cuestión de confianza y de estar en todo o en
nada...