Samuel
Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Se han preguntado
¿Cuánto nos representan los políticos en general? Es decir, ¿qué porcentaje de
sus discursos, intervenciones y acciones verdaderamente expresan las necesidades
de los mexicanos? Ahora ¿Cuánto nos/ los representan -en qué porcentaje,
insisto- los legisladores (locales y federales), gobernadores y presidentes
municipales? Y finalmente ¿Cuánto los representa -en qué porcentaje- el partido
político por el cual votaron en la última elección? Muy
probablemente los resultados sean diferentes a los que inicialmente
consideraron.
Ahora bien, ¿Cuál es el nivel de participación que tenemos
en la transformación de nuestro entorno? ¿Cuánto nos involucramos en los
quehaceres que nos tocan para generar un mejor entorno? Quizá poco o nada, por
muy diversas razones solemos no involucrarnos, participar es de las pocas cosas
que tenemos en nuestra agenda inmediata. Al menos no en la idea de tener una
presencia física.
Cuando hablamos de participación, la solemos utilizar
para muy diversos objetivos y casi siempre favorables a quienes están
dispuestos a formar parte de ella. Participar también significa compartir algo
con alguien. Cuando participamos lo hacemos como un acto social, como una acción colectiva, con presencia
pública.
Y es que, aunque la participación ciudadana es un
término que en los últimos tiempos se ha vuelto indispensable en el lenguaje
político, en la vida diaria del ciudadano promedio, la participación se limita
a dar like, retuit, compartir o firmar una petición. Las redes sociales y las
plataformas digitales han permitido involucrarnos en temas unos muy importantes
para la vida pública y otros plenamente intrascendentes.
¿Cómo vinculamos la
participación con la representación? Es oportuno advertir que la participación
ciudadana no debe limitarse a la elección de sus representantes, pues hay que
dejar claro que estos dejan de representar socialmente a su partido para
representar intereses más amplios, los mismos que en conjunto con otros
representantes, se concretan en los intereses del país. O por lo menos
esperaríamos que así fueran.
¿Qué pasa cuando no
participamos? Cuando dejamos de lado nuestro derecho a levantar la voz, a
involucrarnos en las cosas que verdaderamente nos afectan o afectaran a
nuestros predecesores y preferimos la inmediatez de ver el futbol, el box, la
idea al cine, o la salida al antro, siempre hay quien ocupa ese espacio y
decide por nosotros e impone su voluntad. Y generalmente es quien detenta el
poder político o económico y el sí participa para mantener el statu quo.
Vivimos tiempos de una
anémica participación ciudadana y consecuentemente de una pobre representación,
por ello se vuelve necesario que al lado de los intereses por los resultados del futbol, box o algún
otro deporte o divertimento, pongamos como actividad ineludible participar. Los
invito a que lo hagan, verán que se siente bien y además contribuirán a
transformar a este país desde abajo.
Por hoy es todo, nos leemos
la próxima. Carpe diem.